En estas situaciones lo que ocurre es que los nervios que deben mandar señales a las glándulas sudoríparas se vuelven hiperactivos por motivos como el estrés sin que haya actividad o esfuerzo físico que lo justifique.
Este problema carece de explicación médica, pero sí que se contempla la posibilidad de que varios miembros de la misma familia compartan el inconveniente de la sudoración excesiva. Por lo tanto, puede tener un componente hereditario.
A su vez, ciertas enfermedades pueden presentar como efecto secundario la hiperhidrosis también; así como determinados momentos vitales que suponen cambios hormonales (como la menopausia) nos pueden hacen más proclives a este problema. En resumen, podemos citar las siguientes causas:
- Diabetes.
- Los sofocos de la menopausia pueden venir acompañados de una sudoración excesiva.
- Alteraciones en la glándula tiroidea.
- La enfermedad de Parkinson.
- Nivel bajo de azúcar en sangre.
- Algunos tipos de cáncer.
- Infecciones diversas.