Existen tres tipos de mascarillas en función del grado de protección que ofrecen: higiénicas, quirúrgicas y filtrantes. Las higiénicas son las de menor protección, ya sean de un solo uso o reutilizables, como las mascarillas caseras. Las quirúrgicas ofrecen un nivel de protección algo mayor. Ambos tipos son mascarillas para proteger a los demás impidiendo la salida de las gotículas respiratorias. Las mascarillas autofiltrantes (más conocidas con las FFP2) son las que proporcionan mayor nivel de protección tanto hacia los demás como hacia uno mismo. “Son a la vez las más complicadas de tolerar por el efecto tan cerrado y oclusivo de sus materiales. De hecho, muchos pacientes refieren sensación de falta de aire y dificultad para respirar con sintomatología de ansiedad. Tenemos que ir adaptándonos a esta situación con paciencia, usando las mascarillas que mejor se adapten a nosotros, a nuestra actividad, y por supuesto, utilizar otras medidas de protección como la distancia interpersonal de dos metros.”
Según la doctora Segurado, cada vez son más las consultas sobre problemas en todo tipo de piel relacionadas con el uso de este nuevo elemento de obligado cumplimiento. “Cualquier tipo de piel puede sufrir alteraciones debidas al uso de mascarillas, aunque como es habitual, serán la piel sensible y la piel mixta con tendencia acnéica las que puedan verse alteradas con mayor frecuencia. Así, los casos de dermatitis, psoriasis agravadas, acné, rosácea, dermatitis perioral, rágades (boqueras), sequedad labial, incluso herpes, son algunas de las patologías que se están registrando en las consultas de los profesionales, siendo en esos casos necesario recurrir a cuidados específicos o incluso a una cita con el especialista en dermatología.”
Pero ¿por qué surgen estos problemas a pesar de mantener una rutina de cuidado de la piel? “El uso de las mascarillas sobre el rostro por un periodo de más de 3-4 horas puede provocar desde irritación por el roce de los tejidos o de las gomas, hasta problemas relacionados con la oclusión que producen los materiales del filtro, ya que estos obstruyen los poros y provocan la aparición de brotes de “granitos”.
Además, utilizar mascarillas favorece el sudor, que unido a la humedad que genera el vaho de nuestra respiración facilita la maceración de la piel cubierta por la mascarilla, y, por ende, altera su estructura y resistencia, haciéndola más sensible y reactiva.”