Como decíamos al inicio, las escaras, secundarias a úlceras de decúbito, se producen a causa de una presión continua, especialmente en zonas óseas como la parte inferior de la espalda, los hombros, las rodillas, los codos, las caderas, los talones o los tobillos, entre otros puntos de nuestra anatomía.
Entre los motivos que pueden propiciar el desarrollo de una escara podemos destacar los siguientes:
●Falta de actividad.
●Mantener la misma postura durante un largo tiempo.
●Piel húmeda o macerada
●Falta de hidratación
●Déficit nutricionales
●Déficit de de higiene
●Infecciones
●Incontinencia.
No todas las escaras resultan igual de graves, así podemos hablar de diferentes tipos en función del estadio en el que se encuentren. Así, en una primera etapa la piel presentará un color rojizo o incluso azulado, pero todavía no se ha producido una herida. Después aparece una ampolla y a partir de ahí se forman las escaras que tendrán un aspecto más o menos grave según la profundidad de la necrosis
En cambio, en la considerada como IV etapa, nos podemos encontrar ante una llaga abierta con tal profundidad que ya ha dañado los músculos y los huesos.
Las escaras se pueden prevenir moviendo repetidamente a la persona postrada o que se encuentre inválida. Apostar por mantener una buena hidratación en la zona, la piel correctamente higienizada con un jabón neutro y bien seca ayudará a que las escaras no se desarrollen.
Otras pautas que pueden ayudarnos a prevenirlas son las siguientes:
●Beber abundante agua al día ya que así podremos eliminar el tejido muerto y mantener una buena hidratación,
●Emplear humidificadores para que la dermis no se reseque.
●Colocar vendajes o almohadas para evitar el apoyo de la zona.
●Vestir ropa de algodón pues permite a la piel transpirar mejor.