El aloe vera no es un debutante en la industria de la cosmética, pues hace miles de años que se conocen sus propiedades. De hecho, algunos historiadores aseguran que formaba parte de los rituales de belleza de reinas tan emblemáticas del Antiguo Egipto como Cleopatra o Nefertiti. En los siglos sucesivos siguió empleándose por las diferentes culturas pues se le atribuían cualidades cicatrizantes, además de gran poder para curar la ictericia, enfermedades estomacales o la migraña, entre otras muchas dolencias.
Sin embargo, no fue hasta 1970 cuando un farmacéutico llamado Bill Coats consiguió separar la aloína de la corteza y estabilizar el gel extraído de la hoja. Para ello le añadió vitamina C, vitamina E y sorbitol. De esta manera, se popularizó el producto que hoy casi todo el mundo conoce y muchos lo tienen más que presente en sus hábitos de cuidado de la piel.