El término ‘slow’ (“despacio”) empezó a aplicarse en la comida –’slow food’-, concretamente en Italia donde en 1980 nació este movimiento que reivindicaba la necesidad de una buena alimentación, el placer gastronómico, así como un ritmo de vida sin prisas que permitiera paladear cada momento. Desde entonces, el concepto ‘slow’ ha llegado a muchos ámbitos (como el ‘slow fashion’) y también al de la belleza: ‘slow beauty’.
En concreto, los expertos aseguran que con este término se alude a la necesidad de dedicarnos unos minutos al día –entre 15 ó 20– para mimarnos, reconectar con nuestro cuerpo y con la naturaleza. Para ello, la cosmética ‘slow’ emplea en su rutina de belleza productos naturales y respetuosos con el medio ambiente. De esta manera, nos mimamos y dejamos atrás el estrés diario.
Esta filosofía implica una nueva forma de consumir que se caracteriza por encontrar la calma, el ritmo pausado frente al frenetismo del día a día y nos ofrece una belleza sin prisas, basada en ingredientes de origen natural.